La extraña inmortalidad de Henrietta Lacks
Las células de Henrietta han vivido mucho más tiempo fuera de su cuerpo que en su interior
Rebecca Skloot
“En 1951, una mujer falleció en Baltimore, Estados Unidos. Se llamaba Henrietta Lacks”. Así comienza un documental de la BBC, titulado The Way of All Flesh, traducible como “Pasar a mejor vida”. En él se relata la mísera existencia de una mujer afroamericana, descendiente de esclavos, criada por su abuelo, analfabeta y madre de cinco hijos, víctima mortal con solo treinta años de un cruel cáncer de cuello de útero… que cambió para siempre la historia de la medicina. Sin su consentimiento, sin que tampoco lo supiera su familia ya que las leyes de la época no lo solicitaban, las células que los médicos extrajeron en el Hospital Johns Hopkins, el único de la zona que atendía a pacientes negros, del tumor que le costó la vida a Henrietta comenzaron a clonarse en el laboratorio y a circular por equipos de investigación de la amplia comunidad científica. Aunque durante el tratamiento de radio y quimioterapia la mujer intentó seguir recogiendo el tabaco que servía para alimentar a su prole, pronto se derrumbó y hubo de reingresar en el centro. Falleció hospitalizada el 4 de octubre. En cambio, sus células cancerosas, sacadas de su cuerpo en febrero anterior y ya reproducidas indefinidamente en el laboratorio, gozan todavía hoy de muy buena salud.
George Gey, investigador del Johns Hopkins, había sido el primero en replicarlas. Mientras las muestras de biopsias tumorales humanas solían perderse en unos días, las de Lacks se reproducían, sorprendentemente, cada 24 horas y no dejaban de hacerlo, lo que hacía posible trasladarlas a placas de cultivo con muy buen resultado. Gey, que vio en ellas “las primeras células humanas inmortales cultivadas jamás en el laboratorio”, las bautizó con el nombre de HeLa, un acrónimo del nombre y apellido de la desgraciada madre cuyo significado mantuvo oculto durante años. Temía que la racista sociedad de entonces rechazara un activo tan valioso por haberlo obtenido de una mujer de color. Con todo, por su extraordinaria cualidad, las muestras de HeLa empezaron a ser muy apreciadas en los laboratorios de todo el mundo. No solo abrieron nuevas vías al estudio sobre el cáncer cervical, sino que contribuyeron de forma decisiva al desarrollo de la vacuna de la polio, alumbraron informaciones decisivas en torno al sida y se multiplicaron millones de veces para desentrañar las bases de otras muchas dolencias. Fueron también fundamentales en los trabajos sobre el genoma humano y sirvieron para peritar la peligrosa relación entre cáncer y hormonas. Aún con ellas se analizan hoy los efectos de toxinas y virus, e incluso viajaron fuera de la atmósfera a bordo de los transbordadores espaciales. El citado documental de la BBC resume el caso en un párrafo rotundo: “Esas células han transformado la medicina moderna. Dieron forma a las políticas de innumerables países y de sus presidentes. Estuvieron incluso involucradas en la Guerra Fría… porque los científicos se habían persuadido de que en ellas asomaría la clave para vencer a la muerte”.
Gey donó las HeLa a todo aquel que lo pidiera, en un acto encomiable de generosidad científica. Nada ganó con ello, salvo celebridad por sus artículos. Sin embargo, en torno a su utilidad se edificó una industria bastante lucrativa: a día de hoy dan fe de la situación más de diez mil patentes registradas, por encima de cincuenta toneladas métricas reproducidas de las células para la que ha sido considerada una de las mayores aportaciones al mundo de la ciencia del último siglo. Hasta 1973, los descendientes de Henrietta desconocían el enredo y sus derivaciones. Solo entonces los científicos se acercaron a ellos en una iniciativa de ética dudosa: los conminaron a extraer muestras de sangre de las nuevas generaciones de los Lacks, no sin ciertos impulsos de codicia. Solo entonces supieron los interesados que las células tumorales de su madre y abuela seguían extrañamente vivas.
En 2010, la periodista Rebecca Skloot refirió el caso en un libro de gran venta que supuso no pocos disgustos para algunos favorecidos del negocio. En La vida inmortal de Henrietta Lacks, la autora recogía declaraciones muy sangrantes de los descendientes. Lawrence Lacks, por ejemplo, se dolía de que “si ella [Henrietta] ha sido tan determinante para la ciencia, ¿por qué nosotros no podemos pagarnos un seguro médico?”. Mientras algunos habían ganado millones, otros seguían sumidos en penurias durante su día a día. En palabras de Skloot, “no hay modo de cuantificar el beneficio profesional que muchos científicos han logrado con la ayuda de HeLa”, mientras los familiares no han recibido nada a cambio.
En agosto de 2023, el día en que Henrietta habría cumplido 103 años, Thermo Fisher, una de las empresas más beneficiadas, y los Lacks llegaron a un acuerdo después de la amenaza de dirimir sus fuerzas ante los tribunales. Aunque el pacto no se hizo público, cabe pensar que incluiría una compensación no menor a los segundos y un obligado respeto al uso futuro de las células HeLa en términos tanto éticos como pecuniarios. Habían tenido que transcurrir más de setenta años para que los hijos y nietos de la infortunada mujer fallecida de cáncer recibieran una mínima muestra de respeto por semejante apropiación.
- Referencias:
- El documental The Way of All Flesh puede verse libremente en YouTube (www.youtube.com/watch?v=FgMUlVl-poE). Eduardo Angulo ha escrito el artículo “El caso de Henrietta Lacks” (https://mujeresconciencia.com/2015/07/15/el-caso-de-henrietta-lacks/). Se aconseja también el artículo publicado en el diario El País con el título “Una película para sellar el honor inmortal de Henrietta Lacks” (https://elpais.com/elpais/2016/06/02/ciencia/1464890159_995639.html), así como “La familia de Henrietta Lacks llega a un acuerdo con el laboratorio que se enriqueció cultivando sus células sin permiso” (https://elpais.com/ciencia/2023-08-02/la-familia-de-henrietta-lacks-llega-a-un-acuerdo-con-el-laboratorio-que-se-enriquecio-cultivando-sus-celulas-sin-permiso.html).