Rebuznos en el cielo
El vino es el amigo del sabio
y el enemigo del borracho
Avicena
Dionisos fue un dios griego que nació doblemente. Cuando un rayo terrible fulminó a la bella Sémele llevándolo en su vientre, el padre adúltero Zeus escondió al nonato en una de sus piernas para que se gestara y, ya venido al mundo, lo entregó a los cuidados del sátiro Sileno. Ni así se liberó de los celos de Hera, la diosa postergada por la envidia y el traidor de su esposo en el Olimpo. Convenció esta a los titanes para que dieran muerte al niño maldecido. Al verse rodeados, Dionisos y Sileno cabalgaron en asnos valerosos frente a sus enemigos. Lucharon con esfuerzo, mas el joven cayó ante el poder titánico. Se cuenta en la leyenda que los hijos de Urano, el hacedor celeste, lo descuartizaron después, lo cocieron y dieron buena cuenta de sus restos. Pero Zeus encontró su corazón latiente y lo vivificó. Destruyó a los titanes con el rayo fulmíneo cuando de sus cenizas manchadas por el halo del dios reverberado se dio la vida al hombre. Es por esto que, en parte, los humanos arrastramos muy dentro de nosotros la esencia de Dionisos, dios mistérico de vino y frenesíes, y también lo titánico, grande y desmesurado que nos conecta con lo más primitivo.
El mito de Dionisos pervive en la leyenda como en el firmamento. La constelación de Cáncer, la más furtiva del zodíaco, contiene hacia su centro una colmena, para otros un pesebre, un cúmulo de estrellas visible tenuemente a cuyos márgenes acuden dos asnos a abrevar. Son estos los que llevaron a cuestas a Sileno y Dionisos, así recompensados con el ascenso al cielo por su valiente hacer en la batalla, cual imagen olímpica transmutada en estrella.
El dios despedazado y revivido aparece en distintas versiones en la mitología. Conocido es Osiris, mítico soberano en el Antiguo Egipto del que manó el conocimiento del cultivo y de la religión. Ahogado en el Nilo, por felonía de su hermano menor, fue después desmembrado, mas devuelto a la vida por la magia de Isis, su esposa y hechicera, y de su hermana Neftis. Rey en el más allá pasó ser juez supremo de las leyes del equilibrio cósmico. También Dionisos es la figura clave en el orfismo griego, rito mistérico ligado a los encantamientos del poeta Orfeo descendido al trasmundo en busca de su Eurídice.
El lugar de los asnos en el cielo, del pesebre en el que se asentaron, es quizá el más oscuro de toda la franja del zodiaco. Por eso fue temido por las muchas culturas. Ellas lo interpretaron como el negro sendero por el que transitan recelosas las almas de difuntos en tránsito al más allá. Vieron en él también los japoneses el Seki Shiki Meika Ha, el camino trazado sobre ondas infernales. Y asimismo se aterraron los egipcios, asociándolo con las plagas mortíferas que asolaron su tierra cuando partió Moisés.
¡Dionisos, dios del vino y de la fecundidad, el nieto de Armonía, amigo de las ninfas, inductor del teatro y de la música, del embeleso extático en ocultas ceremonias al sonar del aulós entre los iniciados, del treno funerario de Medusa la horrísona! ¡Abre el mundo al placer, el misterio insondable, la caricia del otro entreverada, la senda y maravilla de la consumación!
- Referencias:
- Puede leerse un acercamiento al mito de Dionisos en www.mitos-cortos.com/mitos-griegos/mito-griego-de-dioniso/. Esta historia se reproduce, con matices, en la página https://lamenteesmaravillosa.com/el-mito-de-dioniso-el-dios-alegre-y-fatal/, como también en el artículo de Wikipedia dedicado al Pesebre, cúmulo abierto en la constelación de Cáncer (https://es.wikipedia.org/wiki/El_Pesebre).