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El arrecife humano


Soy tan grande que albergo multitudes
Walt Whitman

Al hacer cuentas sobre lo que compone el cuerpo humano surgen cifras acaso aterradoras. En el organismo de una persona media medran unos 30 billones de células humanas, pero también 38 billones de otras que no nos corresponden: son bacterias, cada una, con existencia propia. Estos entes configuran ecosistemas muy diferenciados, húmedos en la nariz como una selva tropical, secos en el antebrazo como un craso y estólido desierto. Y no tan solo ellas nos secundan, sino un número ingente de otros pequeños organismos, ya se trate de hongos, arqueas o virus en cantidades incalculables. Nunca estaremos solos en nuestra soledad, como diría el filósofo. Ni nosotros ni ningún animal. Hasta el imponente y asceta oso blanco deambulando por los paisajes árticos insondables está completamente rodeado de microbios. Como señala Ed Young en su libro Yo contengo multitudes, aunque no podamos ver ninguna de estas minúsculas criaturas, “si nuestras propias células desaparecieran misteriosamente, tal vez serían detectables como un fantasmal reflejo microbiano, perfilando los contornos del cuerpo desaparecido”. Queda un triste consuelo para recuperarnos de tamaña conmoción intelectual: al ser tan ínfimos, el peso total de los minúsculos seres ajenos que acarreamos con nosotros completa a lo sumo un par de kilogramos.

Muchos de estos medrosos cohabitantes nos guardan de infecciones y otros males, ayudan a renovar partes de nuestros órganos, nos sirven en el empeño permanente de reconstituirnos, influyen en nuestra conducta y en nuestro modo de pensar. Las buenas bacterias combaten el estrés y la ansiedad, mejoran el estado de ánimo, luchan contra nuestros excesos en la hamburguesería, nos protegen a veces de otros agresores birlándoles el hábitat. Otras, bien lo sabemos, son patógenas, y hasta absurdamente mortíferas cuando abaten a aquel al que deben su prosperidad.

Entre los microbiólogos, algunos tan prestigiosos como Frederic Bushman, circula una imagen que invita a contemplar a cada individuo humano no como un organismo aislado, sino como una especie de arrecife de coral habitado por billones de seres. Este universo se transmite de la madre al recién nacido, que comparte con ella el 63% de su microbioma al venir al mundo, y se amplía con cada nueva experiencia vital, con cada contacto con el suelo, el agua, el aire, los edificios, los amigos, los otros. Hoy es sabido que se difunde, hasta cierta medida, entre personas convivientes en un continuo proceso de microsocialización que ha abierto un nuevo e inmenso campo a los investigadores de enfermedades de toda suerte, incluido el cáncer.

Como señala Young, existimos en simbiosis, “un término maravilloso que usamos para referirnos a organismos diferentes que viven juntos”. Las mismas células eucariotas, las que poseen un núcleo verdadero e integran los animales, las plantas y los hongos, surgieron probablemente de una fusión de una bacteria y una arquea, los dos dominios biológicos primigenios, cuando esta última perdió su libertad y quedó atrapada en su anfitrión más poderoso. Todos somos, probablemente, organismos simbióticos compuestos por células simbióticas, presentes en un equilibrio extraño e inestable que define la vida.

Ed Young lo resume en su libro de una forma intrigante, algo desasosegadora para quienes confían en la unidad de lo humano y lo divino, en la esencia de la individualidad: “Algunos animales son colonizados por microbios cuando todavía son óvulos sin fertilizar; otros reciben a sus primeros socios en el momento de nacer. A partir de entonces, nuestra vida continúa con ellos siempre presentes. Cuando comemos, también ellos lo hacen. Al viajar, se vienen nosotros. Al morir, nos consumen. Cada uno de nosotros es un zoológico de nuestra propiedad, una colonia encerrada dentro de un solo cuerpo. Un colectivo multiespecies. Todo un mundo”.

Referencias:
Yo contengo multitudes, de Ed Young, ha sido editado por Debate en español. En artículo de la página de BBC News titulado “Por qué la mitad de tu cuerpo no es humano (y eso es fundamental para la salud)” se expone una vívida descripción de las bacterias de nuestro organismo (www.bbc.com/mundo/noticias-41860995). Sobre la idea del arrecife humano, véase el artículo dedicado de El País en la página https://elpais.com/ciencia/2023-01-18/un-macroestudio-destapa-un-trasvase-de-microbios-con-las-personas-cercanas-hasta-un-tercio-de-las-bacterias-de-la-boca.html). Las opiniones de Frederic Bushman han quedado reflejadas en numerosos artículos científicos; puede consultarse, por ejemplo, “Viruses in the human gut show dynamic response to diet” (https://genome.cshlp.org/site/press/gr122705.xhtml).

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