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Cuerdistas y buclistas


Las cuerdas son pequeños segmentos que se mueven en el espacio… los bucles son el propio espacio
Carlo Rovelli

The Big Bang Theory, comedia de situación de éxito internacional, no da puntada sin hilo. En sus chistes sobre un grupo de amigos, científicos notables y frikis superiores, aflora la parodia de dogmas de la física y el devenir corriente de la vida en los laboratorios. En uno de sus capítulos, Leonard Hofstadter, un torpe casanova y físico experimental, ve quebrarse su incipiente relación con una colega de trabajo por un quítame allá esas cuerdas. El ínclito Sheldon Cooper, compañero de piso del aprendiz de galán, acusa a la mujer de “semicientífica que cree que la gravedad de bucles une mejor la mecánica cuántica con la relatividad que la teoría de cuerdas”. Ella se revuelve hacia su casi novio: “¿Vas a dejar que me hable así? La gravedad cuántica de bucles es el futuro de la física”. Como no podía ser de otro modo, el interpelado opta por la peor de las respuestas: “Hay mucho mérito en ambas teorías, aunque prefiero mi espacio cuerdoso a uno bucloso”. La novia, ultrajada, decide abandonarlo de inmediato. Aceptaría tener descendientes bajitos, miopes y con intolerancia a la lactosa, pero esa afrenta intelectual es excesiva. Renuncia con estruendo y espeta al desdichado con voz de desengaño: “Dime, Leonard, ¿cómo educaríamos a nuestros hijos?”.

El reputado físico y divulgador italiano Carlo Rovelli, miembro de la comunidad de los bucles, analiza el fenómeno en su libro ¿Y si el tiempo no existiera? En estas páginas describe a los “cuerdistas” como unos físicos de altas energías, afines al modelo estándar de partículas, que encuentran en la teoría de cuerdas una extensión de sus razonamientos históricos mediante teorías de campos. Pero, para funcionar, asevera, la teoría de cuerdas necesita un espacio de diez dimensiones y unas partículas supersimétricas cuya existencia no se ha podido comprobar ni siquiera en el superacelerador LHC de Ginebra en el que habían depositado todas sus esperanzas. En cambio, los buclistas, fieles correligionarios de Rovelli, se han especializado en relatividad general, que formula escenarios ajenos al espacio-tiempo clásico de acuerdo con las nociones de la cuántica. Los amantes del bucle buscan la síntesis cuántico-relativista sin un espacio de referencia, al contrario que sus opositores de las cuerdas con su necesidad insoslayable de dimensiones extra y supersimetrías. Las tormentosas relaciones entre ambas comunidades abundan en discusiones agrias rayanas en la irracionalidad, pugnando por el prestigio en un campo de ególatras y méritos académicos, de guerra de subvenciones y de plazas en los centros de investigación.

No es la primera vez que la polémica anima interesantes avances en la ciencia. Son muy conocidas las disputas que mantuvo Isaac Newton con varios coetáneos. De Newton contra Leibniz por el descubrimiento del cálculo diferencial y el lenguaje elegido para formular la nueva física de su tiempo. De Newton y sus acólitos contra el infortunado Robert Hooke acerca de la naturaleza íntima de la luz: corpuscular para el primero, ondulatoria para su antagonista. También el ciclotímico trato que cultivaron entre sí Tycho Brahe, adalid de un híbrido geoheliocentrismo de su propia cosecha, y Kepler, su colaborador heliocéntrico y ladrón subrepticio de las tablas de datos astronómicos del danés. Por no hablar de las groseras acusaciones que vertió en público el obispo de Oxford contra Darwin por persona interpuesta, al juzgarlo descendiente de un linaje de monos por sus afirmaciones sobre la evolución de las especies.

El Tribunal Supremo de la historia ha dirimido algunas de estas discusiones, a veces decantándose claramente por una de las alternativas: la selección natural frente al creacionismo, la posición del Sol en el centro del Sistema Solar sin matices ticónicos. En otras, los enemigos acérrimos no habían sino afrontado el problema desde ópticas complementarias: la luz es corpúsculo y es onda, Einstein dixit, y las puyas enemistadamente ácidas entre Newton y Leibniz nutrieron por igual el desarrollo ulterior de la matemática diferencial. Es pronto para aventurar lo que sucederá en el sonoro conflicto entre cuerdas y bucles. ¿Pervivirá alguna de estas dos hipótesis, o acaso nacerá una compenetración entre ambas, aunque aún diste de asomar en la línea científica del horizonte?

Referencias:
La compleja relación entre las comunidades de cuerdas y de bucles ha sido reflejada en el libro ¿Y si el tiempo no existiera?, de Carlo Rovelli (Herder Editorial). Un artículo breve sobre las bases de estas dos teorías puede encontrarse en la página web Universo cuántico (universocuantico.wordpress.com/2008/12/14/teoria-de-cuerdas-vs-gravedad-cuantica-de-bucles/). La discusión sobre cuerdas y bucles en The Big Bang Theory tiene lugar en el segundo episodio de la segunda temporada de la serie.

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