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El matemático que lo descubrió casi todo


Una ecuación no tiene para mí ningún significado a menos que exprese un pensamiento de Dios
Srinivasa Ramanujan

Cuando se estableció en Cambridge casi en la treintena, el genio devino en una nebulosa. Srinivasa Aiyangar Ramanujan, nacido y criado en el sur resplandeciente de la India, de familia humilde, pensador autodidacta por falta de recursos, no consiguió adaptarse a la vida en la sombría Inglaterra. En una infancia pobre superó la viruela y contrajo otras dolencias que le debilitaron la salud. Sin recibir apenas educación formal, se embebió de las creencias hindúes. Recitaba puranas con toda devoción, cuidaba su comida con alma de brahmán, celebraba con pujas y ofrendas las ceremonias del templo y de los ríos. A la vez aprendió inglés y desarrolló hasta el límite su otra gran pasión. La geometría, las series divergentes, las integrales elípticas, toda la matemática que se puso a su alcance. Escribió fórmulas y teoremas guiado por su intuición y una asombrosa capacidad para descubrir estructuras y analogías ocultas para los demás.

Poco a poco, su fama desbordó los límites de su comunidad. Desanimado por no encontrar interlocutores entre sus conocidos próximos, envió algunas de sus digresiones al departamento de matemáticas de la Universidad de Cambridge, la lejana Inglaterra, la flor y nata por entonces de aquella disciplina. Allí nació una de las relaciones más enigmáticas de la historia de la ciencia que ha inspirado el guion de varias películas. En Ramanujan, dirigida por Gnana Rajasekaran, se ahonda en el trato que mantuvieron el inexperto hindú y dos célebres profesores ingleses de la época, G.H. Hardy y J.E. Littlewood. Al principio, estos desconfiaron de un hombre que parecía no ser plenamente consciente de lo que había conseguido. En la correspondencia que mantuvieron a miles de kilómetros de distancia había logros singulares junto con otros que Ramanujan daba como originales cuando eran ya ampliamente conocidos en el mundo científico. Al cabo comprendieron que el indio no mentía: realmente había desarrollado, en su recogimiento, una parte muy amplia de los saberes matemáticos más complejos de su época.

Tras muchos titubeos, Ramanujan aceptó la invitación de sus corresponsales ingleses y se trasladó a Cambridge. Allí mantuvo una breve y productiva colaboración con aquellos mentores, pero al tiempo brotaron entre ellos profundas disonancias. Los ingleses, canónicos, alejados del culto religioso, amaban el estricto rigor metodológico; el indio, tan imaginativo, buscaba en la intuición y en la fe la fuente de sus inspiraciones. El choque cultural chirrió también en la interrelación.

Deshilándose, un Ramanujan más y más desvaído resistió en Inglaterra cinco años. Anhelaba su tierra natal, la dieta vegetariana que a duras penas podía practicar en Europa, el manantial de su religiosidad. Por todas estas causas, y por las secuelas de sus dolencias infantiles, su salud pronto se quebrantó. De vuelta a su añorada India, enfermo, apesadumbrado, apenas sobrevivió unos meses. Su figura trágica, su porte escueto y digno, se apagaron a causa de una amebiasis hepática en 1920 cuando solo tenía 32 años.

Referencias:
El artículo de Wikipedia dedicado a Ramanujan es bastante completo y documentado (https://es.wikipedia.org/wiki/Srinivasa_Ramanujan). Su figura ha inspirado varios filmes, uno de ellos con el expresivo título de El hombre que conocía el infinito, con Jeremy Irons y Dev Patel en los papeles protagónicos (el tráiler puede consultarse en www.youtube.com/watch?v=xPG-cNu6_Nw). Un artículo biográfico extenso, en inglés, está accesible en la página de historia de las matemáticas https://mathshistory.st-andrews.ac.uk/Biographies/Ramanujan/.

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