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¿Se convertirá Nemo en una hembra dominante?


Un pez no tiene concepto de agua
Janet Finch

No se distingue Disney por la recreación fiel de los mitos y de la realidad. “Hércules campeón, parte favorita en las encuestas de opinión” hace y deshace a su antojo los trabajos encomendados, siempre cantando musculoso y sin perder la sonrisa. Aunque sus desplantes no lleguen al despropósito de Troya, esa cinta cinematográfica de otra gran productora que difumina al amado Patroclo, inductor con su trágica muerte de la cólera de Aquiles, en favor de Briseida, dulce damisela, rebelde y lloradiza, y, para mayor tortura literaria, “prima” del veleidoso Paris. ¿Y qué animal es Goofy, vaca o perro esquirol que lleva a un congénere atado de una correa? Tampoco es fidedigna la representación de osos amistosos u orangutanes locos frente a la hipnótica amenaza de un reptil siseante. Ni creíble, en el reino animal, ese psicodrama shakespeariano en el que el rey cachorro es traicionado por su tío león a quien entroniza, nada menos, una jauría de hienas que, por supuesto, termina destrozándolo.

Con todo, es en Buscando a Nemo donde se perpetra quizá el muestrario más amplio de incorrecciones zoológicas. El argumento es más o menos sabido. Una pareja de peces payaso pone 400 huevos para engrosar la familia, mas el ataque de una barracuda la deja reducida a dos. Cuando el progenitor es capturado por unos buceadores y llevado a un acuario de Sídney para su exhibición, el hijo Nemo parte en su busca con la ayuda de una simpática hembra de pez cirujano azul totalmente desmemoriada junto a la cual, tras muchas aventuras, alcanza el previsible final feliz.

Una historia bonita para los más pequeños, pero tremendamente infundada. Los peces payaso, de colores bellos y contrastados, viven en los arrecifes de coral bajo la protección de las anémonas, a cuyo intenso veneno urticante se vuelven inmunes tras una compleja danza iniciática de presentación. Dotados de un sentido agudísimo del olfato, después de eclosionar son expulsados a las aguas libres como larvas y, los pocos afortunados, reemprenden el camino al hogar guiados por los sutiles cambios químicos de su entorno líquido. Las familias de esta especie, de dos o más individuos, están gobernadas por la única hembra, custodiada por el macho dominante en relación de monogamia de acuerdo con una jerarquía de tamaños. La fecundación se produce en el agua: el macho principal prepara el lugar para la freza y, cuando la hembra la realiza, riega los huevecillos con su esperma. Todos los alevines de pez payaso son machos con hermafroditismo latente (protándrico) y rondan por la colonia sometidos al dictamen de la gran reina. Cuando esta muere, el macho más capaz transforma sus testículos en ovarios y se metamorfosea en la nueva hembra fértil. ¿Será este el destino de Nemo, convertirse en madre de familia?

Por cierto, tampoco se ha demostrado que los peces tengan la corta memoria que se les atribuye. Más parece una triste justificación para poder criarlos en el espacio reducido de un acuario sin que a sus cuidadores les asalte ninguna tribulación de conciencia.

Referencias:
Cualquier fuente científica sirve para conocer las particularidades de los peces payaso. Sirva de ejemplo el artículo divulgativo “El pez payaso macho cambia de sexo si muere su hembra” (www.rtve.es/noticias/20170511/pez-payaso-macho-cambia-sexo-si-muere-su-hembra/1544583.shtml). Sobre la relación entre el pez payaso y la anémona puede consultarse el breve artículo de National Geographic (www.nationalgeographic.es/animales/pez-payaso-y-anemona). En Internet es fácil encontrar información audiovisual sobre los peces payaso y otras muchas especies (por ejemplo, en www.youtube.com/watch?v=9xo9RJ6vWAE).

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