El gran silencio
No es coincidencia que aspiración signifique tanto esperanza como el acto de respirar
Ted Chiang
“Ripper”, un pato almizclero australiano criado en cautividad y liberado después en la naturaleza, sorprendió a unos zoólogos que lo estudiaban ya de adulto con un raro graznido nítidamente humano con el que parecía imprecarlos: “Maldito idiota” (“You bloody fool”), decía una y otra vez sin inmutarse. En sus paseos por las tranquilas aguas del estanque, el ave parecía murmurar en inglés y reproducía, sin venir a cuento, el ruido de un portazo. Otro ejemplar tosía como el granjero enfermo de la hacienda y uno más resoplaba cual poni retozando por el prado vecino.
Los expertos en comportamiento animal conocían al menos tres especies de aves capaces de reproducir sonidos: los loros, los colibríes y los pájaros cantores. Por no citar los casos anecdóticos del elefante “Koshik” y su chapurreo en coreano o de la foca “Hoover”, emisora de unos confusos discursos muy parecidos a los de su bronco cuidador. El pato “Ripper” parecía sumarse a esta selecta nómina. En las antologías de la literatura científica pervive el rastro de “Alex”, loro gris africano que aprendió a hablar con Irene Pepperberg mediante frases cortas y muy explícitas: “Wanna banana” (“Quiero un plátano”) , le espetaba, por ejemplo, cuando le asaltaba el hambre, o acaso fuera la gula. Es sabido que primates, delfines y numerosas aves se intercambian mensajes complejos que no sería aventurado calificar de lenguas. Como explicara Pepperberg, los loros entrenados, o al menos “Alex”, no solo pronuncian, sino que enuncian. Comprenden los conceptos, se expresan con toda la intención.
El escritor estadounidense Ted Chiang recrea en “El Gran Silencio”, uno de sus intrigantes cuentos fantásticos, la visión desencantada de estos extraordinarios animales, “aprendices vocales”, por el desinterés de los humanos ante sus intentos de contacto. El narrador, un loro puertorriqueño, reflexiona con melancolía sobre la situación de sus congéneres: “Los humanos usan Arecibo para buscar inteligencia extraterrestre. Su deseo de conectarse es tan intenso que han creado un oído capaz de escuchar a través del universo. Pero yo y mis compañeros loros estamos aquí. ¿Por qué no están interesados en oír nuestras voces? Somos una especie no humana capaz de comunicarnos con ellos. ¿No somos exactamente lo que los humanos están buscando?”.
El texto de Chiang, concebido para una videoinstalación estrenada en la Bienal de Venecia, recoge el lamento de un individuo aviar consciente de sí mismo y sabedor de que está condenado a la desaparición en su menguante bosque lluvioso: “Los humanos han vivido junto a los loros durante miles de años, y solo recientemente han considerado la posibilidad de que pudiéramos ser inteligentes … Pero los loros somos más parecidos a los humanos que cualquier especie extraterrestre. ¿Cómo esperan reconocer una inteligencia ajena si cuanto hacen es buscarla a centenares de años luz?”. Estamos aquí, proclama, pero “por desgracia, nuestros mitos se perderán cuando muera mi especie … desaparecerá nuestro lenguaje, nuestros rituales, nuestras tradiciones”. ¿Será posible algún día entablar un diálogo con otros animales inteligentes, comprender su lenguaje, mirarlos a los ojos como a unos semejantes? El loro narrador se muestra pesimista: “Mi especie no sobrevivirá mucho tiempo, es probable que muramos antes de que llegue nuestro momento y así nos unamos al Gran Silencio”. El Gran Silencio del Universo en el que la especie humana busca interlocutores en el afuera estéril sin reparar en la vida sensible que todavía la rodea.
- Referencias:
- La videoinstalación “El gran silencio”, obra de Jennifer Allora y Guillermo Calzadilla con la colaboración de Ted Chiang y presentada en la 56.ª Bienal de Venecia, puede disfrutarse en Internet (https://vimeo.com/195588827). La historia del loro Alex está recogida, entre otras muchas fuentes, en el reportaje “El loro inteligente” (www.youtube.com/watch?v=fiVxGW6_6m8). La divertida cháchara de la foca “Hoover” protagoniza una breve grabación de YouTube (www.youtube.com/watch?v=prrMaLrkc5U), donde también se reproducen los esfuerzos por pronunciar en coreano del elefante asiático “Koshik” (www.youtube.com/watch?v=7B4voZ6xiM8).