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El ungüento de la orangutana


Que la comida sea tu alimento y el alimento tu medicina
Hipócrates de Cos

Mágica, intuitiva, religiosa, sustentada falsamente en analogías simbólicas. Así se ha dado en calificar a la medicina primitiva, la ejercida por el ser humano en los albores de su existencia. Con una solemnidad acaso desmedida, las prácticas sanadoras de los antiguos han sido admiradas y vilipendiadas por igual. Curanderos, herboristas y chamanes alternaron aquí y allá su rol de héroes o villanos con sacerdotes, galenos y prestidigitadores. Desde la enfermedad instilada por los malos espíritus que era preciso erradicar con artes nigrománticas a los conocimientos actuales sobre genes, bacterias, virus y ADN, la historia de la medicina se ha embozado durante su largo discurrir en un manto mistérico de revelación y de conquista intelectual.

Aunque acaso los orígenes de estos conocimientos sean en realidad un tanto más prosaicos. Hoy se sabe con certeza que las artes médicas, en su sentido extenso, no son exclusivas de la especie humana moderna. Los neandertales, en cuyos yacimientos se han encontrado vestigios de un pensamiento simbólico y de un sentido de la espiritualidad, ya recurrían a hierbas para aliviar sus dolencias. La camomila y la aquilea, plantas de sabor poco agradable, figuraban como ingredientes de una dieta por motivos que solo justificarían sus cualidades curativas. ¿Mas únicamente los homínidos atesoraban tales saberes y acudían al medio natural en busca de remedios para sus males físicos?

El estudio de grandes simios en libertad lleva a pensar lo contrario. En las islas de Borneo perviven comunidades de orangutanes amenazadas por la presión humana. Al observarlas, los investigadores han llegado a una conclusión cuando menos reveladora: sus núcleos familiares demuestran tener una “cultura medicinal”. En sus tiempos de asueto, estos primates recogen plantas que no forman parte de su dieta habitual con las que fabrican un mejunje nada apetitoso. Mastican sus hojas con denuedo y obtienen una pasta espumosa que después se aplican sobre brazos y piernas mientras los masajean. Dan con ello descanso a sus articulaciones cansadas, doloridas de tanto transitar de árbol en árbol soportando su peso. Al parecer las hembras, que cargan a sus crías, se muestran especialmente duchas en el uso de unos ungüentos que, recetados por un facultativo con bata en su consulta de la sanidad pública, se habrían tildado sin dudar de analgésicos tópicos.

Bien vista, esta sabiduría primigenia no habría de resultar tan sorprendente. No es desconocida la conducta de muchos animales cuando se aprestan a purgarse de parásitos. Perros y gatos, carnívoros denodados, devoran ciertas plantas para mejorar el estado de su aparato digestivo. Hasta ciertas orugas ingieren sustancias vegetales muy concretas para combatir la infestación por moscas parasitarias. A la luz de estos datos, tal vez debiera reescribirse la historia de la medicina retrasando sus primeros capítulos más allá de los límites impuestos por la aparición del ser humano sobre la faz de la Tierra.

Referencias:
Los nuevos y estimulantes hallazgos sobre los neandertales han revolucionado los principios de la antropología y la ciencia. En esta línea se enmarca, por ejemplo, el artículo “Los neandertales ya se curaban con plantas medicinales”, publicado por National Geographic en 2021 (www.nationalgeographic.es/ciencia/los-neandertales-ya-se-curaban-con-plantas-medicinales). El artículo “La medicina de los orangutanes”, de Doug Main y recogido en Investigación y ciencia, expone en detalle el uso de ungüentos por los grandes simios para aliviar el dolor en las extremidades (www.investigacionyciencia.es/revistas/investigacion-y-ciencia/robots-que-aprenden-como-nios-735/la-medicina-de-los-orangutanes-16303).

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