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El señor de Urania


Cuando contemplo el cielo de innumerables luces adornado.
Fray Luis de León

El 11 de noviembre de 1572, Tycho Brahe regresaba a su residencia para cenar después de una jornada más en su laboratorio de alquimista. De pronto, advirtió en el cielo una luminaria que no solo no se correspondía con ninguna conocida de la constelación de Casiopea en la que se enmarcaba, sino que lucía con más fuerza que cualquier otra estrella o planeta que hubiera observado antes. Desconfiando de lo que veían sus ojos, pidió a los sirvientes que lo acompañaban que corroboraran su visión, y aún receloso buscó la aquiescencia de los labriegos que encontró a su paso.

Ninguno de aquellos hombres sencillos vislumbró el alcance del acontecimiento. Pero Tycho, joven de noble cuna, muy letrado, hacedor de horóscopos y amante de la astronomía desde la infancia, comprendió inmediatamente su singularidad. En los meses siguientes dedicó sus esfuerzos a observar el nuevo astro, a medir sus coordenadas y a interpretar su significado. Descartó que se tratara de un planeta, pues se hallaba lejos de la franja del zodiaco. Tampoco se asemejaba a los cometas típicos: no se movía con respecto al devenir de la bóveda celeste y carecía de la cola característica en dirección al Sol. Visible durante varias semanas a plena luz del día, el astro perdió misteriosamente su esplendor hasta desaparecer del firmamento.

Hombres doctos y estudiosos de toda Europa escrutaron el fenómeno dentro de los cánones del saber preestablecido. Según la filosofía aristotélica aceptada, el cosmos se dividía en dos magnas regiones: la esfera celeste, inmutable y perfecta, y el mundo sublunar, sujeto a corrupción, cambio y movimiento. Para Aristóteles, la Tierra, la Luna y los planetas pertenecían al ámbito de lo mudable, como también los seres vivos, los accidentes del terreno, las nubes y demás meteoros. Las estrellas fijas poblaban el reino de lo eterno, ajeno a las vicisitudes del tiempo y la degradación.

En este escenario irrumpió Brahe con una idea estimulante. Experimentador de gran meticulosidad, llegó a realizar medidas muy precisas de la posición de la repentina luminaria y, teniendo en cuenta el fenómeno de la paralaje, entendió que estaba situada más allá de la Luna. Por tanto, debía tratarse de una nova stella, una “estrella nueva” nacida y muerta en un breve espacio de tiempo. La calidad de las observaciones de Brahe convenció a muchos eruditos de su tiempo y le granjeó una excelente reputación. Al mismo tiempo derrumbó el principio de la inmutabilidad de los cielos y despejó el camino hacia otra forma de entender la ciencia.

Referencias:
Se recomienda el artículo de Enrique Joven Álvarez, miembro del Instituto de Astrofísica de Canarias (IAC), “Astrólogos de fundamento”, (https://www.iac.es/es/blog/vialactea/2015/08/astrologos-de-fundamento). Esta historia es un extracto del artículo “Tycho Brahe, señor de Urania” publicado en la página web de Acta (http://www.acta.es/medios/articulos/biografias_y_personajes/061027.pdf). En la página The Galileo Project, dedicada al científico pisano, se contiene una glosa de la figura de Tycho Brahe (http://galileo.rice.edu/sci/brahe.html). En la isla sueca de Hven, en la que Tycho realizó sus principales observaciones, se ubica un museo dedicado a su figura (https://www.landskrona.se/se-gora/kultur-noje/museerochkonsthall/tycho-brahe-museet/).

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