El distinguido doctor Hwang
La esencia de la mentira está en el engaño, no en las palabras
John Ruskin
Brillante, ambicioso, decidido, audaz. Hwang Woo-Suk, veterinario y biólogo molecular surcoreano de asentado prestigio, se convirtió en febrero de 2004 en uno de los científicos más envidiados del mundo tras anunciar que había conseguido clonar embriones humanos con fines de investigación. La noticia recorrió el orbe informativo a la velocidad de la luz y saltó a las primeras páginas de los periódicos como una esperanza renovada de curación médica de un buen número de enfermedades.
Los trabajos de Hwang se enmarcaban en una dura carrera internacional por alcanzar un lugar preeminente en la investigación con células madre, aquellas que guardan el “programa” biológico para fabricar los diferentes tejidos, órganos y sistemas del cuerpo. Gobiernos y laboratorios pugnaban por destacarse en una competición que implicaba no solo un inmenso reconocimiento, sino también augurios de cuantiosos ingresos económicos. En esta partida no todos jugaban con las mismas cartas: el debate ético había introducido trabas y prohibiciones de índole moral y religiosa a ciertas líneas de investigación. Ante ello, el Asia extremo-oriental se mostró en general poco escrupulosa, hasta el punto de que algunos notorios científicos europeos y estadounidenses no dudaron en establecerse en Singapur en busca de una legislación más permisiva para sus trabajos.
Por eso no sorprendió que la noticia del descubrimiento proviniera de Corea. Cinco años antes, Hwang había llamado ya la atención internacional cuando anunció que había clonado una vaca. Los medios de comunicación coreanos se hicieron eco de la noticia con gran algarabía y entusiasmo patriótico, y el investigador obtuvo una generosa inyección de fondos oficiales. Con ellos reunió un nutrido equipo de investigación a cuyo frente reivindicó el procedimiento para clonar embriones que en 2004 le situó en primera línea de la escena internacional.
Adulado hasta el extremo en su país natal como su futuro primer Premio Nobel, Hwang asumió un papel de líder mediático y se permitió amonestar públicamente al gobierno estadounidense por las restricciones impuestas al avance de la biología molecular. Pero su luminoso panorama se cubrió de sombras a finales de 2005. En noviembre de ese año, un antiguo colaborador de Hwang cuestionó sus métodos. Declaró que había usado óvulos obtenidos mediante coerción de varias mujeres del equipo investigador, algo totalmente contrario a las normas del oficio. Hwang se vio abocado a dimitir, mientras sus airados seguidores le expresaban muestras de apoyo con exagerada teatralidad. Cientos de mujeres surcoreanas ofrecieron sus óvulos en señal de desagravio.
El 29 de diciembre de 2005 el castillo se derrumbó definitivamente al saberse que las líneas celulares descritas en los experimentos de Hwang habían sido “fabricadas”. El científico tardó dos semanas en reconocer la veracidad del engaño cometido, aunque desvió las acusaciones hacia sus colaboradores, presentándose como víctima y denunciando una conspiración en su contra. Ni así frenó la caída. Por su concienzuda habilidad, sus amplios conocimientos y su prestigio anterior, había conseguido disimular un enorme fraude durante casi dos años. Incluso en la debacle conservó la aureola de los héroes. La de los héroes tristes, huérfanos del paraíso, condenados al áspero destierro... y a un rosario de demandas y acusaciones por evasión fiscal.
- Referencias:
- El programa Ciencia al cubo, de Radio 5, informó en 2009 del resultado de las diversas demandas por fraude interpuestas contra Hwang Woo-Suk (http://www.rtve.es/alacarta/audios/ciencia-al-cubo/ciencia-cubo-sentencia-hwang-29-10-09/616931/). Alicia Rivera, en las páginas de El País, ha publicado el artículo “Científicos tramposos” que analiza, entre otros, el caso del biólogo coreano (http://elpais.com/diario/2008/07/02/futuro/1214949601_850215.html).