Diminutos hobbits
En un agujero en la tierra vivía un hobbit
J.R.R. Tolkien
Octubre de 2004 se recordará en el futuro como una fecha clave en la historia de la paleoantropología. En ese mes se hizo público, en la revista Nature, el descubrimiento de unos restos fosilizados en la isla de Flores, Indonesia, que correspondían a una especie de homínido hasta entonces desconocida. Mantenidos en secreto durante el año que requirió su catalogación científica, los restos fueron adscritos finalmente a la nueva categoría del Homo floresiensis, u “hombre de Flores” (si bien, para ser exactos, cabría hablar más bien de “mujer de Flores”, pues los huesos parecían pertenecer a una fémina).
Medios de comunicación de todo el mundo recogieron los datos del hallazgo en grandes titulares. Al conocerlos, muchos especialistas no ocultaron su asombro y su perplejidad. La primera sorpresa implícita en el descubrimiento era el diminuto tamaño del “hombre de Flores”, de apenas un metro de altura y una capacidad craneal mínima (unos 380 cm3). Este hobbit, como pasó a conocérsele coloquialmente en recuerdo del personaje central de la saga de El señor de los anillos, llevó a los antropólogos a reinterpretar las antiguas leyendas de la zona que aludían a la existencia de enanos diminutos. Porque no menos sorprendente resultaba la relativa modernidad de los vestigios, de unos 18.000 años atrás, que hacía verosímiles tales leyendas: los hobbits de Flores convivieron sin duda con los hombres modernos, que habían arribado a la isla en fechas anteriores. Hay quienes, en la comunidad científica, guardaban incluso remotas esperanzas de que esta pequeñísima especie no se hubiera extinguido del todo en áreas próximas, al constatarse que en Flores la había destruido trágicamente una erupción volcánica.
Un tercer motivo de asombro era la complejidad de la cultura y de la industria lítica que el Homo floresiensis aprendió a desarrollar. Sus miembros hubieron de conocer forzosamente las artes de la navegación, pues supieron llegar a una isla tan apartada del continente, y usaron estrategias de caza en grupo para capturar a unos arcaicos elefantes que le servían de alimento, también enanos e igualmente extintos por el mismo cataclismo volcánico.
Del análisis de los vestigios del “hombre de Flores” se desprendía, en definitiva, una conclusión trascendente: además de los neandertales, otras especies humanas distintas al hombre moderno lo precedieron y coexistieron con él en tiempos prehistóricos relativamente recientes. Aún más, y a diferencia de lo que sucedía con el Homo neanderthalensis, cuya relación genealógica con el de Cromañón no había sido del todo elucidada, en el caso del hombre de Flores se determinó con claridad que descendía de la raza del Homo habilis y procedía, por tanto, de un tronco evolutivo diferente.
La trascendencia del hallazgo “floresiense” conmovió los cimientos de la paleontología humana y encontró eco rápidamente en la imaginación popular. Inspiró incluso, como no había de ser menos, algunos oportunistas anuncios publicitarios. La nación indonesia, que sería devastada casi de inmediato por uno de los mayores maremotos de la historia reciente, se convirtió en centro de máxima atención para una hornada de antropólogos confiados en que sus selvas y cavernas incógnitas albergaran aún otros secretos quizá más sorprendentes.
- Referencias:
- El hombre de Flores fue presentado ante la sociedad científica en la revista Nature en 2004. El artículo “A stranger from Flores”, de Chris Stringer, puede consultarse libremente (http://www.nature.com/news/2004/041025/full/news041025-3.html). otros contenidos del mismo número de Nature son para suscriptores. El divulgador Javier Sampedro ha escrito sobre el Homo floresiensis en “Vuelve el hobbit” (http://elpais.com/elpais/2014/11/14/ciencia/1415970185_422849.html). El asunto ha sido repetidamente analizado por este periódico en los últimos años (véase la referencia http://elpais.com/tag/homo_floresiensis/a/, con alusión a una colección de artículos sobre la materia).