El fin del dodo
Todos hemos ganado, y todos debemos tener premios
Lewis Carroll, en Alicia en el País de las Maravillas
La historia del dodo es una muestra de la depredadora estulticia que distingue al ser humano. Esta ave ingenua, un lejano y torpe pariente de las palomas, había encontrado su edén en el remoto mundo de la isla Mauricio. En aquella superficie volcánica cubierta de lagunas y playas arenosas a orillas del Índico carecía de enemigos naturales, por lo que ni aprendió a volar ni se distinguía por su velocidad en tierra. Trágicamente vulnerable, su paraíso se quebró en el tiempo de los descubrimientos geográficos.
En las postrimerías del siglo XVI varias potencias europeas se disputaban el dominio de los mares. El naciente imperio británico descollaba sobre sus competidores y asentaba sus reales en colonias allende los océanos. Menos poderosos, los neerlandeses fundaban también asentamientos estratégicos y, en 1598, reclamaron la soberanía sobre la entonces deshabitada isla del Índico a la que dieron nombre en honor a su jefe de estado, príncipe de Orange y conde de Nassau.
A esa tierra perdida fueron destinados varios destacamentos militares que llevaron consigo cerdos, monos y las inevitables ratas de los barcos. Los nidos tranquilos de los dodos se convirtieron así en objeto de rápida depredación mientras las exigencias colonizadoras destruían rápidamente el hábitat virginal de la isla. Soldados ociosos, acaso divertidos ante la mansedumbre e inocuidad de unos animales a los que los portugueses habían dado en llamar doudos (literalmente, inocentones), los usaron para llenar sus jaulas y afinar la puntería. Cien años después de que el hombre pisara Mauricio no quedaba ni un solo dodo vivo.
La afrenta no se detuvo ahí. La imagen de esta ave extinta se conoce hoy por las escasas y poco fiables reproducciones gráficas que hicieron de ella algunos naturalistas, pues ni siquiera perduran las muestras disecadas: en 1755, el pulcro director del Museo Ashmoleano de Oxford ordenó quemar la última de que se tiene noticia porque se estaba poniendo mohosa. Así termina la historia de una especie que el gran Linneo, naturalista sueco, catalogara despectivamente como Didus ineptus. A la vista del infausto destino sufrido por el dodo cabe lamentar que no se encontrara un modo mejor de calificar al pomposo y desabrido género del Homo sapiens sapiens.
- Referencias:
- En las páginas de Wikipedia se ofrecen dibujos e imágenes del dodo (https://en.wikipedia.org/wiki/Dodo). En el material didáctico de Deutsche Welle, el ecologista Vikash Tatajah, de la Mauritius Wildlife Foundation, explica las lecciones aprendidas de errores pasados para la conservación de la naturaleza en Mauricio, la isla del dodo (http://www.dw.com/es/sin-vuelta-atr%C3%A1s-para-el-dodo/a-17583294). Peter Maas recoge una extensa ficha técnica sobre las características del dodo en la página The sixth extinction (https://petermaas.nl/extinct/speciesinfo/raphus-cucullatus-dodo/).