El benceno y la serpiente
El universo es el sueño de sí mismo
Fernando Pessoa
Pocos sueños ha habido en la historia de la ciencia tan reveladores como los de Friedrich August Kekulé von Stradonitz. Este científico alemán, nacido en Darmstadt en 1829, enamorado de la arquitectura y peregrino de varias universidades europeas durante su juventud, tuvo dos pálpitos intuitivos de gran significado para la evolución de la química. Lo singular de sus inspiradores arrebatos es que, según su propio testimonio, le asaltaron mientras dormía.
El propio Kekulé recuerda en sus escritos que, en el primero de estos lúcidos sueños, se sumió en el reino de lo onírico mientras viajaba en la cubierta superior de un coche de caballos. En sus largas jornadas de investigación sobre química orgánica le había intrigado a menudo el hecho de que existieran moléculas que, aun teniendo una misma proporción de sus elementos químicos, se empecinaban en mostrar propiedades marcadamente disímiles. Aquel breve rapto de ensoñación le reveló la clave del misterio. Tanto es así que, despertado por el cochero al llegar a destino, logró retener lo esencial del sueño y ahondar durante una noche entera de vigilia en el concepto que hoy se conoce por isomería: la propiedad por la que dos o más compuestos de igual fórmula y proporciones relativas de los átomos poseen cualidades químicas diferentes.
Más célebre es la segunda revelación cuasi-profética que se instaló subrepticiamente en la mente del científico en otra de sus gozosas cabezadas. Sentado frente al hogar mientras intentaba con escaso éxito avanzar en la escritura de un libro de texto, Kekulé perdió la conciencia arrullado por el calor del fuego. En el trance soñó con átomos que se encadenaban en largas hileras, se emparejaban y retorcían “en un movimiento parecido a una serpiente”. Tal como relató después, “una de esas serpientes se había unido a su propia cola y la forma giraba con sorna ante mis ojos”. Este hombre soñador interpretó la visión para explicar, del modo más extraño, la estructura del benceno como un ofidio mordiéndose la cola, una cadena de seis átomos de carbono, cada uno con un hidrógeno anexo, unidos entre sí para formar un perfecto anillo hexagonal.
- Referencias:
- Recomendamos el artículo de Miguel López Astorga titulado “El sueño de Kekulé: ¿es la creatividad el resultado del esfuerzo o de la inspiración?”, con algunas claves sobre la psicología de los descubrimientos científicos (http://www.cienciacognitiva.org/?p=62). El divulgador Javier Sampedro ha recordado la figura de Kekulé en su artículo para El País titulado “Neurobiología de la siesta” (https://elpais.com/diario/2002/08/06/revistaverano/1028584819_850215.html). En inglés puede consultarse “Cognitive Mechanisms Underlying the Creative Process”, de Liane M. Gabora (http://arxiv.org/ftp/arxiv/papers/1310/1310.1678.pdf).