Breve historia del número cero
El cero es la mayor metáfora.
El infinito, la mayor analogía.
Fernando Pessoa
Con motivo del cambio de milenio se extendió un debate, un tanto estéril, acerca del momento exacto de la entrada del siglo XXI: ¿se produciría a las 12 de la noche del 31 de diciembre de 1999 o de 2000? Las dudas, cuya respuesta canónica es indiscutible (el 2001 es el primer año del tercer milenio), surgen tal vez de una cierta incapacidad para comprender el significado último del concepto de cero.
Para los inventores del calendario cristiano, tal número era simplemente inconcebible. No existió el año cero, más aún, la “nada” que hoy asociamos a este guarismo no entraba en los esquemas de su concepción del mundo. También ignoraron el cero los grandes filósofos y geómetras griegos, como los romanos con su complicadísimo sistema de numeración, y sus sucesores, bizantinos y bárbaros. Hasta que, en 1202, el italiano Leonardo Fibonacci, o Pisano, recogiera en El libro del ábaco los principios de la numeración indo-arábiga, solo algunos avezados pensadores europeos se planteaban su existencia. Pero la irrupción del cero en la sociedad europea tuvo un efecto arrollador, hasta el punto de que el inmenso avance de las matemáticas de siglos posteriores, y con él el de la ciencia y la tecnología, habría sido impensable sin el sistema numérico heredado de los árabes.
Podría decirse, en buena lid, que en el “descubrimiento” del cero por los europeos está el germen del pensamiento occidental moderno. Antes, durante siglos, la filosofía helena y la escolástica latina se habían resistido a imaginar la nada como una forma de realidad. En cambio, en la cultura hindú (como, significativamente, entre los mayas, que lo usaron también), el cero era perfectamente concebible. La religión brahmánica contempla la existencia como un continuo ciclo de destrucciones y regeneraciones, tanto del hombre como de los dioses y del propio universo. Para sus fieles, pensar en la nada como un estado intermedio entre sucesiones de mundos no supone ninguna revolución intelectual. No así para la mentalidad judeocristiana para la que, antes de crearse el cosmos, siempre había existido Dios. No es extraño que, desde este punto de partida, tanto tardara en abrirse paso en Europa la idea del redondo guarismo. Ahora que, cuando lo hizo, se guardó una reserva: el cero no es un número sino el mero símbolo de la ausencia de cantidad, el reverso del infinito, una singularidad incómoda por la que escapa buena parte de las soluciones a los problemas de la ciencia.
- Referencias:
- El artículo de David Hornbeck titulado “Situation: zero vs. nothing” (http://jwilson.coe.uga.edu/EMAT6500/ClassSit/Hornbeck/Situation%20-%20Zero%20v%20Nothing.pdf) expone las diferencias científicas entre los conceptos de cero y nada. Otro artículo introductorio, en inglés, es “Origin of the numerals: Zero Concept”, de Ahmed Boucenna (http://arxiv.org/ftp/arxiv/papers/0707/0707.3579.pdf). En castellano puede consultarse “Ideología y matemáticas: el cero, la nada y el conjunto vacío”, de Manuel Lafuente y Emilio Costa, en enlace abierto desde la dirección web https://doaj.org/article/10e876aeb7584b4386fbe7731d2d966b. El programa Redes de RTVE dirigido por Eduardo Punset abordó el concepto de la nada en entrevista con Frank Close, profesor de física de la Universidad de Oxford (consultable a la carta en http://www.rtve.es/alacarta/videos/redes/redes-existe-nada/1576774/).