El mayor fraude de la física
Todo lo que se necesita para que venza el mal es que los hombres buenos no hagan nada
Edmund Burke
Los Laboratorios Bell (Bell Labs) de los Estados Unidos se preciaban en los inicios del siglo XXI de ser uno de los principales viveros de brillantes científicos de los tiempos contemporáneos. No obstante, su prestigio se vio ensombrecido por el escandaloso caso de una serie de experimentos fraudulentos que sus equipos de control habían dado por válidos un tanto a la ligera.
El personaje central de la historia era un joven y prometedor físico alemán llamado Jan Hendrik Schön, adscrito a los Bell Labs. El escenario, una serie de dominios de investigación que estaban arrojando continuas novedades a la arena de la ciencia y de la industria: la superconductividad y la nanotecnología. Cuando Schön empezó a granjearse fama entre la comunidad científica por la brillantez y variedad de sus descubrimientos, nadie reparó en que el ritmo de sus publicaciones científicas, unos ochenta artículos en solo dos años, rayaba en lo milagroso. Las dos revistas especializadas más reconocidas, Science y Nature, se disputaban los escritos del joven físico, desde luego sin validarlos convenientemente y acaso deslumbrados sus responsables por la necesidad de atraerse una mayor audiencia en la dura competencia que ambas mantenían.
En mayo de 2002 empezaron a cernirse graves sospechas sobre la honestidad de Schön. Algunos investigadores escrupulosos descubrieron que gráficos correspondientes a experimentos aparentemente dispares mostraban extrañas coincidencias, como si hubieran sido copiados unos de otros. Los Laboratorios Bell encargaron un dictamen a un comité de expertos, que en el mes de octubre emitió un doloroso veredicto: las coincidencias demostraban que Schön había cometido fraude en al menos 16 de sus trabajos, al manipular o inventarse los datos que aparecían en sus publicaciones. El científico fue despedido fulminantemente y todos sus artículos, retirados de la literatura científica. Esta rápida reacción no consiguió despejar las brumas que se habían formado en torno a los mecanismos de convalidación de las investigaciones en la física, un mundo sometido a crecientes presiones en pos del éxito que llegaban desde ángulos tan diversos como la industria, los medios de comunicación y la propia comunidad científica.
- Referencias:
- Un artículo publicado en el diario ABC resume algunos fraudes famosos en la ciencia: “Los cinco mayores fraudes científicos que llegamos a creernos”, firmado por Judith de Jorge (http://www.abc.es/20091028/ciencia-tecnologia-/cinco-mayores-fraudes-cientificos-200910281100.html). En la hemeroteca del diario El País, sobre la misma temática puede leerse “Fraudes científicos”, de Luis Miguel Ariza (http://elpais.com/diario/2008/01/06/eps/1199604414_850215.html). En el Ateneo virtual de Madrid+ se recoge una lista sucinta de experiencias de “mala ciencia” (http://www.madrimasd.org/cienciaysociedad/debates-actualidad/historico/default.asp?idforo=GlobalIDI-15). El diario británico The Guardian ha publicado una extensa reflexión sobre los fraudes y engaños en la ciencia: “False positives: fraud and misconduct are threatening scientific research”, por Alok Jha (http://www.theguardian.com/science/2012/sep/13/scientific-research-fraud-bad-practice). Sobre los problemas comunes de las prácticas de revisión por pares en las revistas científicas se aconseja “Peer review: a flawed process at the heart of science and journals”, de Richard Smith, en la versión digital de Journal of the Royal Society of Medicine (http://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC1420798/). La revista Nature dedicó un número monográfico a revisar los principios y a analizar los problemas derivados del sistema de revisión por pares que sirve de base a la selección de los artículos que publica (http://www.nature.com/nature/peerreview/debate/#close).