Séptimo continente, la Luna
Somos lunas
pero el ego se cree un sol
Juan Arnau
Las descripciones canónicas proponen la existencia de seis continentes en la Tierra: África, América, Asia, Europa, Oceanía y la Antártida. Aunque no todos los interesados se muestran de acuerdo en este desglose arbitrario. Algunos distinguen entre una América del norte-central separada de la meridional por el canal de Panamá. Otros aúnan, por razones geográficas e históricas, Europa y Asia en una sola Eurasia, que a veces se extiende como Afroeurasia, el Viejo Mundo, valorando la continuidad de las tierras emergidas y omitiendo fronteras artificiales como el canal de Suez. Los ecólogos y conservacionistas añaden a los seis primigenios un séptimo continente, con desazón irónica y como propaganda, al que llaman platisfera, una inmensa masa de residuos plásticos que vaga a la deriva por el océano Pacífico, entre las costas norteamericanas y Japón. Los geólogos con sus balsas de piedra flotando sobre el magma, los ríspidos y los supremacistas, los gerifaltes del fútbol o de las olimpiadas, deciden por su cuenta otras clasificaciones.
La historia de la colonización de continentes sucesivos por el Homo sapiens sapiens está ligada a los conocimientos náuticos. Parece que los primeros navegantes en mar abierto partieron de la isla de Formosa hacia la Micronesia y Filipinas entre el año 3000 y el 1000 antes de nuestra era. La cultura polinesia viajó a bordo de frugales canoas de tablones a sitios tan lejanos como Hawái, Nueva Zelanda, la isla de Pascua y, posiblemente, Sudamérica, parte de un continente poblado desde el norte a través del estrecho de Bering. Su redescubrimiento por Cristóbal Colón en 1492 marcó el inicio de la era de grandes navegantes y de la primacía global del oeste de Europa durante varios siglos. La exploración de Oceanía siguió unos cauces parejos, con expediciones de circunnavegación seudocientífica del capitán Cook. Hoy recorren los mares y océanos del mundo más de medio millón de buques de transporte, en una dimensión que puede comprenderse con un simple vistazo a los mapas que publica en la web la empresa Marine Traffic.
La expansión humana, a todos los confines del planeta, ha buscado siempre recursos y nuevos espacios en los que aposentarse. Apenas quedan manchas de tierra inhabitada en el gran panorama del mundo. Para la Antártida, tan manifiestamente hostil para la vida, se dictaron algunas reglas dirigidas a preservar su biodiversidad. Según un tratado suscrito en 1959, el área antártica solo ha de utilizarse con fines pacíficos, si bien se permite el uso de personal militar para proteger las actividades de la ciencia. Otras cláusulas de buenas intenciones quedan un tanto ensombrecidas al conocer las numerosas demandas de soberanía que se proyectan sobre su territorio. No ha de extrañar que los Estados Unidos y Rusia, heredera de facto de la Unión Soviética, hayan exigido un papel protagónico en este sexto continente. Otras naciones circundantes a él, Argentina, Chile, Australia y Nueva Zelanda, enarbolan su derecho a incursionar en sus páramos helados. Mucho más lejos quedan los demás aspirantes explícitos, pues Francia, el Reino Unido y Noruega, interesada en conservar su tradición de abastecerse de carne de ballena en los mares australes, distan bastantes miles de kilómetros de las costas antárticas.
El propósito altruista sobre el último continente virgen del planeta no parece sencillo de cumplir. Hoy el auge de la navegación espacial reproduce un problema semejante en un nuevo destino. En 2023, el director científico del Instituto de Investigación Espacial de la Academia Rusa de Ciencias lo expresó con meridiana claridad al declarar la Luna como el séptimo continente de la Tierra y afirmar que la humanidad está condenada a explorarla. El permafrost que cubre el polo sur del satélite es el primer lugar codiciado, por las reservas de agua que contiene. Su posesión facilitaría misiones para extraer las fortunas lunares o fijar bases permanentes desde las que adentrarse en otros mundos del Sistema Solar.
Una nueva carrera ha comenzado, no ya de barcos a vela surcando los océanos, sino de ingenios espaciales atravesando el inmenso y oscuro vacío. Rusia lanzó la primera piedra, la nave Luna-25 que se estrelló contra los escollos del satélite sin cumplir su desafío. El hito tecnológico se reservó a la pujante industria india aeroespacial cuando, en el verano de 2023, la misión Chandrayaan-3 logró posar la sonda Vikram sobre la región antártica en la Luna. Un número creciente de orbitadores, asiáticos, europeos y norteamericanos, rodean al satélite escudriñando sus secretos presuntamente fértiles para la explotación futura. Los Estados Unidos y sus aliados se preparan para el gran desembarco con la intención expresa de “ordenar el tráfico espacial” y la no tan manifiesta de evitar que lo haga antes China. Liderado por la NASA, el programa Artemis engloba a otros socios, Europa, Canadá, Japón, Australia e Israel, para llevar al polo sur lunar a “la primera mujer y el próximo hombre” como estandartes de un nuevo y competido periodo de colonización.
- Referencias:
- Nuño Domínguez y José A. Álvarez han referido la carrera mundial al séptimo continente, la Luna, en el diario El País (https://elpais.com/ciencia/2023-08-12/carrera-mundial-al-septimo-continente-la-luna.html). La página Marine Traffic muestra de forma interactiva la situación del tráfico marítimo mundial (www.marinetraffic.com). Sobre la platisfera y las islas de basura puede consultarse la página www.masscience.com/el-septimo-continente/. Las bases y objetivos de las misiones lunares de Artemis se describen en www.nasa.gov/specials/artemis/.