
Matemáticas
Se ha dicho que las matemáticas son cosa de jóvenes. Srivinasa Ramanujan y Niels Henrik Abel no cumplieron los treinta años, y Évariste Galois apenas sobrepasó los veinte. Sin embargo, todos ellos dejaron un legado riquísimo de hallazgos y razonamientos matemáticos.Uno de los galardones más apreciados del mundo en el campo de las matemáticas son las Medallas Fields. Aunque el derecho a recibir estas medallas tiene un límite un tanto controvertido: por una regla no escrita no pueden otorgarse a personas de más de 40 años. Así, el británico Andrew Wiles no recibió el premio cuando desentrañó en 1995 el Último Teorema de Fermat, durante tres siglos uno de los grandes retos pendientes de las matemáticas. Wiles era demasiado “viejo”: tenía ¡41 años!
En 2003 empezó a otorgarse el Premio Abel, considerado, junto con las Medallas Fields, el principal galardón a la investigación en matemáticas y diseñado según un modelo semejante al de los Premios Nobel. El primer galardonado fue el francés Jean-Pierre Serre, por su papel clave en varios campos, como la topología, la geometría algebraica y la teoría de números. En años posteriores, otros premiados conocidos por el gran público fueron John Nash (en 2015, compartido con Louis Nirenberg) y el propio Andrew Wiles, que lo recibió en 2016 “por su asombrosa demostración del Último Teorema de Fermat”.
El número Π surge, como es sabido, como la relación entre la longitud de la circunferencia y el diámetro del círculo. Pero también aparece en multitud de relaciones físicas y matemáticas. Baste una muestra: en muchos ríos, la relación entre la longitud real del curso (con sus curvas y meandros) y la distancia en línea recta entre las fuentes y la desembocadura es aproximadamente igual a Π.
El número e, base de los logaritmos neperianos, debe su denominación a la inicial del genial matemático que desarrolló la serie (1 + 1/n)n, Leonhard Euler.
Precisamente a Euler se le debe la síntesis en una sola fórmula de los cinco números básicos de las matemáticas: eΠi + 1 = 0, donde e es la base de los logaritmos neperianos e i la unidad imaginaria de los números complejos.
Los antiguos griegos usaron métodos de cálculo numérico muy rudimentarios. En su mayoría, sus logros matemáticos, nada desdeñables, se obtuvieron aplicando razonamientos y desarrollos geométricos.
Pocos matemáticos están tan presentes en el lenguaje corriente como el persa Mohamed ben Musa al-Jwarizmi. De la corrupción de su nombre provienen las palabras “algoritmo” y “guarismo”. Del título de su obra Kitab al-jabr wa al-muqabalah (“Libro de la integración y de las ecuaciones”) nació la palabra “álgebra” (al-jabr).
A escala más modesta, el matemático francés Bertrand-François de Barrême también prestó su apellido al vocabulario cotidiano: el término baremo, del francés barème, hace honor a sus habilidades en aritmética, geometría y, por supuesto, contabilidad.
Se cuenta que, en el cambio del siglo XIX al XX, el inglés Karl Pearson se empecinó en una singular carrera contra la estadística: lanzó al aire una moneda 24.000 veces. Por el resultado, la que ganó fue la estadística: salieron 12.012 caras.
El estadounidense Edward Kasner, según se dice mientras jugaba con su sobrino de nueve años, dio en definir la unidad llamada googol, equivalente a 10100 (un 1 seguido de 100 ceros). A partir de él surge la definición de una cantidad inconmensurable, el googolplex o 10googol, es decir, un 1 seguido de “googol” ceros.
A finales de 2003 Michael Safer, estudiante de doctorado en la Universidad de Michigan, encontró con ayuda del programa “Gran Búsqueda en Internet del Primo Mersenne (GIMPS)”, un proyecto de computación distribuida, el mayor número primo conocido hasta la fecha: 220.996.011 – 1. Este sistema fue afinando sus búsquedas y superándose a sí mismo año tras año. En diciembre de 2018 superó una vez más su propia marca con el número primo 282.589.999 – 1, que contaba con “apenas” unos 25 millones de dígitos.
El hombre no es el único ser vivo dotado para las matemáticas. Los experimentos con animales demuestran que ejemplares de distintas especies poseen capacidad para contar cantidades y realizar comparaciones numéricas. Cuervos, palomas, papagayos y cornejas sin adiestramiento previo han sido capaces de descubrir objetos (por ejemplo, una llave) en cajas marcadas con un número concreto de manchas. Según algunos investigadores, las palomas saben contar hasta cinco, mientras que las cornejas suben este número a seis. Cuervos y papagayos, entre las más inteligentes de las aves, tienen aptitudes para contar hasta siete. Aún más allá, algunas investigaciones señalan que las hormigas del desierto, de especie Cataglyphis fortis, cuentan el número de pasos que dan para ver a qué distancia se han alejado desde el hormiguero.